domingo, 26 de octubre de 2014

AQUELLOS AÑOS DE JAZZ

En aquella fiesta el olor era árido. No había forma de sentirse a gusto allí. Cada vez que la noche palpitaba, el olor a incertidumbre corría por mi interior. Curiosas eran las fiestas de aquellos años. Antiguos especuladores habían perdido todo en esos trágicos años. Era una fiesta en blanco y negro. Blanca como la coca y negro como el Jazz.
La mujer de mi derecha bebía agua en una copa de champán. Años duros aquellos. Un trompetista rompía el silencio por unos dólares. Su nombre era Louis y su traje era rojo. Rojo carmesí.
Estaba sentado en la esquina de una mesa de pino. O de roble. No lo sé. Era una hermosa esquina. Era terriblemente atractiva y exótica. ¿Por qué la luz se centraba en esa esquina? A nadie le importaba. Yo era el único que podía darse cuenta de la hermosura de aquella esquina. No dejé que nadie la tocase en toda la noche.
Mis zapatos estaban manchados por la vida, por la calle, por los años de depresión que corrían en Pasadena. Pasadena Boulevard era la única calle con vida aquellos años. En el club de jazz de los Wilder, una melodía estropeaba el bello silencio. Era increíble como podías pasar de amar a odia la música de Louis. Louis y su trompeta.


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