sábado, 27 de diciembre de 2014

PUREZA

Aquella dulce y sonora fuente no salía de mi cabeza. Era algo fuera de lo común. La gente que pasaba a su alrededor adquiría un color tibio y sombrío. Los largos mantos de agua cristalina recubrían los fuertes pilares de mármol con una textura propia del Olimpo. Era difícil no creer en la divinidad de tal monumento. A veces, cuando los bravos riachuelos bajaban de la montaña enfurecidos, la fuente sobrepasaba su propio cauce y se convertía en un lago de sueños y lágrimas perdidas.
Un día, un día cualquiera, por fin tuve el valor de acercarme a mirar de frente a aquella fuente afluente. Mis ojos me dieron los momentos más puros a los cuales un hombre puede aspirar. No era mágica la fuente en sí, la magia residía en lo más profundo de aquellas livianas aguas. Era algo parecido a una moneda, aunque muchos dirán que las monedas no son cuadradas. No consistía en eso. Nunca tuve el valor de pensar lo que podía ser.
La fuente siguió brotando aún sabiendo que yo conocía el más profundo de sus secretos. Callé por miedo a perder la pureza que una vez pude soñar al sentir en mí todos los sentimientos que desbordaban de aquella marmolizada fuente. Era algo parecido a sentir. Después de ello, la fuente fue desapareciendo hasta perder su pureza totalmente. Yo, en el más nefasto de mis actos, le robé la pureza que un día un niño pequeño no tuvo el valor de entender.


lunes, 15 de diciembre de 2014

ARRITMIAS DE MI GRAN BICICLETA AMARILLA

Surcaba las calles con mi gran bicicleta amarilla. Bordillo y desmesuras del Olimpo no eran problema. Secuencias de idénticas personas creyendo hacer algo diferente. Catalogaba por loco a todo aquel a que la gente llamaba cuerdo. Y viceversa. No estaba seguro de porque la ingravidez de la tierra afectaba a las mentes obtusas que lamían bordes de sobres para pegarlos entre sí. No querían que nadie leyese lo que iba dentro del sobre.
Cayó el silencio nupcial y salpicó de brea el asiento donde una vez dos niños jugaron a poder jugar. No valía la pena intentarlo. Filosofaba acerca de la idea de ser por fin el progenitor del dios que una vez el mar heleno inundó. Abrióseme la vista al ver el mono que daba palmas al compás de la música que unos marineros turcos improvisaban.
Mi gran bicicleta amarilla sabía todo eso. Pero no le importaba. Sabía que algún día acabaría siendo fundida para ser convertida en armamento bélico. No valía la pena intentarlo.
Una vez, cuando mi gran bicicleta amarilla me guiaba por las inundadas y moribundas calles de Miami, un señor con aspecto robusto y variopinto alargó su mirada hasta el más profundo sueño de mi ser. Arañó hasta encontrar el porqué de ese devenir. Una vez conseguido, desapareció.
Desde ese día pacté con mis adentros que no volvería a salir de casa.
Mi gran bicicleta amarilla ya no filosofaba conmigo cuando las más hermosas damas afinaban sus piernas con el amor de un yonki hacia su dosis. La alienación había comenzado. In saecua saecularum.


FALSIFICO

Falsifico la firma de mis padres cuando me mandan una nota a casa por mi mal comportamiento. Falsifico la firma de mis padres cuando me dan las notas de bachillerato. Falsifico las notas para poder aprobar todas. Falsifico la firma de mis padres para poder entrar en la carrera de periodismo. Falsifico trabajos de clase para poder aprobar. Falsifico los resultados del semestre y todo el mundo se lo cree. Falsifico mis ganas de estudiar. Falsifico mis ganas de estar con mis amigos. Falsifico las ganas de estar con mi novia. Falsifico mi mirada cuando la camarera lleva la falda corta. Falsifico mi pensamiento cuando veo a políticos llenándose la boca de mentiras imposibles. Falsifico mi currículum para poder entrar a un trabajo. Falsifico mi simpatía con mi jefe. Falsifico mis ganas de trabajar. Falsifico mi amor hacia el mundo. Falsifico mi fin de semana ideal en una casita de un pueblo perdido. Falsifico mis vivencias al llegar a la oficina. Falsifico mis sentimientos hacia mi mujer. Falsifico querer tener hijos. Falsifico querer a mis hijos. Falsifico que tengo un futuro brillante por delante. Falsifico mi cara al ir al banco a pedir un crédito. Falsifico mi cara cuando mi equipo favorito marca gol. Falsifico mi ilusión de ir cada 4 años a votar. Falsifico mi decencia y mi dignidad. Falsifico que mis hijos puedan estudiar en un colegio de alto nivel para que de mayores sean alguien importante y no tengan que falsificar. Falsifico mi plan de pensiones caro que te cagas. Falsifico mi cuenta corriente para poder pagar la nueva reforma de la casa con los nuevos muebles de IKEA. Falsifico un paseo los domingos con mis hijos y mi mujer para ver a los patos famélicos. Falsifico mi opinión leyendo el periódico que trae mi mujer cuando va a comprar el pan. Falsifico el crucigrama del final del periódico. Falsifico mi pensamiento para que no me conduzca a pensar quién coño soy un sábado por la tarde viendo una película de dibujos animados. Falsifico un plan de pensiones el cual me han asegurado que es 100% seguro. Falsifico el chequeo médico del trabajo que me dice que me quedan 6 meses de vida. Falsifico la forma de contárselo a mi mujer y a mis hijos. Falsifico estar en la cama postrado durante 4 semanas sin poder moverme. Falsifico verme rodeado de cables para poder seguir respirando. Falsifico que esta caja de pino vaya a ser mi vivienda. Falsifico rendir cuentas con Satán. Falsifico estar muerto. Falsifico haber amado. Falsifico haber tenido sueños. 
Falsifico.



lunes, 1 de diciembre de 2014

ALTER EGO

Odio despertar cuando sé que los sueños saben subsistir
Converger entre sí
Odio elegir entre Afrodita y Hera.
Resucitar mi alma y despertar. Sufrir. Olvidarse de todo el mundo, menos del mundo. Asfixiar palabras famélicas y sacarles la leche que ese granjero necesita.
Pisar firme al andar por andenes que conducen a ninguna parte. Explorar y excavar. Encontrar el secreto. El oro. El falso oro como la gente sabe.
Intelecto pisado. El intelecto mutuo.
Sacar de tus ojos el mayor desprecio posible a la monotonía. Corsarios rebufan canciones mientras el ron corre por sus venas. Canónigos.
Separarme de ti. No quererte a ti, sino a tu deseo. Quiero que tu deseo seas tú. Quiero que mi deseo sea tuyo.
Ahora la suerte es de los fuertes.
Estornudar y agarrarme al bordillo. Buenas vibraciones mientras vibra la tierra.
Ladear y conseguir. Conseguirte.
Otra noche más.


jueves, 27 de noviembre de 2014

YALTÉ

Good morning Yalté.
Gritan las calles y enfurecen las fieras que nunca fueron domadas. Desesperación de soberbia. Moribundos sueños agitándose, incautos del peligro por mentes pesadas e inamovibles.
Monstruosos genios de hierro que yacen acompañados de una larga marcha fúnebre de Wagner. Desembarcan en buen puerto los hombres y mujeres que portan una necesidad, por algunos llamada inhumana, de saciar su lúcido afán de placer. Carnívoros y relajantes deseos e ídolos que provocan en los demás un excitante motor de alegría, de felicidad.
Adelanto mi visión nublada por el denso humo de mi cigarro. Aparto banderas y líderes de mis ojos creando la más perfecta armonía de amor-odio, miedo-deseo. El límite del escalofrío es lo suficientemente asombroso como para despertar la más mínima intención de sumergir mi alma en la jungla de asfalto. Hoy me quedo en casa.

Good night Yalté.


LA CORDURA DE MI DEMENCIA

Me escondo en mi cuarto de las terribles tempestades de allí afuera. Desconecto de la vida maltrecha e imperfecta y me sumerjo entre la variedad de sueños que salen de mi ser. Provoco reacciones inhumanas en mi paladar, mi cerebro vuela como un yonki con su vicio. Estallo de alegría al oír cerrarse la puerta. Mi sensación de plenitud es mucho más amplia en esta estrecha habitación que en la inmensa amplitud de esa ciudad iluminada.
Sin sentimiento alguno destrozo las líneas en blanco que surcan el mar de papeles que yacen sobre mi mesa. Mi alma me transmite la extraña furia de la sensación de vacío. El sentimiento más oculto de mi ser consigue expresarse durante un rato. Unos instantes que permiten a mi imperfecta alma vomitar el más incesante anhelo de libertad que cierne sobre mí.
El roce de mi bolígrafo con el folio en blanco destroza todo afán de un utópico silencio que todo loco necesita. Sin maldad ni necesidad de escapar, cierro los ojos y convierto en quimera la dosis de ebriedad que Dédalo necesitó para terminar el laberinto. Un alarido de impotencia recorre las blancas paredes. Sólo Poseidón podría guiarme en esta odisea. Maldigo la vanidad del ser. Promulgo el odio hacia la gente. Hacia la ciudad. Hacia el ruido. Hacia los colores. Hacia mí.
Maldecida estuvo la hoja durante la tempestad. Cuando la incansable tormenta léxica volvió, y mi alma descansó de su particular batalla, el perfecto ente continuó la senda prometida. El anticlímax acabó con el éxtasis de odio al sonido. El culto a la soledad y sencillez, grandes y profundas conclusiones grabadas a fuego en el reflejo de mi ánima.


martes, 11 de noviembre de 2014

DOMINADOR DE NIÑOS

Dominiqué trabajaba como domador de niños. “DOMAMOS NIÑO A DOMICILIO, SUS HIJOS DEJARÁN DE SER BESTIAS” decía el anuncio que muy orgullosamente lucía en el Pravda. Dominiqué acudía a las casas provisto de un gran arsenal del terror: un látigo de piel de rinoceronte para casos de dominación fácil, un aplasta dedos para los niños que se resistían y finalmente un collar de púas para las bestias más feroces.
 “Los niños son los causantes de la hambruna que cierne nuestras tierras: ellos comen la comida que se les priva a nuestros militares. Los niños la desean para hacer el mal, para tener el estómago lleno con el fin de preparar otro diabólico plan.” Alegaba con desparpajo en la entrevista que le hicieron para el canal de televisión ruso. “Los niños son seres malos, han nacido para hacer el mal. Por eso mi consejo es que siempre que veáis a un niño por la calle, intentéis causarle dolor.” Finalizó la entrevista.
Dominiqué se dirigió a la casa de los Zaitsev, unos pobres deshollinadores oriundos de Crimea. Terminó su trabajo y encaminándose hacia la puerta con el propósito de abandonar la casa con su trabajo cumplido, alguien le asió de la manga del uniforme de domador de niño.
-          Perdone Don Dominiqué, no me gustaría molestarle, pero ha matado a mi hijo. Ya no respira –dijo con un punto de tristeza el humilde limpiador de chimeneas.
-          Bueno, no hace falta que me dé las gracias, es mi trabajo. –afirmó Dominiqué dispuesto a salir por la puerta.
-          No, espere. Esto… -vaciló. Yo no quería que matase a mi hijo. Él no se merecía eso. Yo sólo quería que le diese un escarmiento nada más.
-          ¡Cómo se atreve! ¿Usted no será partidario de los niños verdad? –le gritó agarrando por el cuello al frágil proletario.
Farnesio Zaitsev huyó de la casa lo antes que pudo. Intentó camuflar su huída alegando que tenía tareas pendientes. En 10 minutos la policía estaba allí. Todo era una tapadera.
Días después la KGB publicó el siguiente informe:
El día 4 de marzo de 1957, en el raión de Obolón, un presunto terrorista del partido pro-niños Ruso fue identificado. Las autoridades han registrado la casa y se ha interceptado distinto material de índole terrorista con el que poder hacer que los niños no sufran. El susodicho será ejecutado en 4 días naturales.”
Dominiqué fue galardonado con el premio Robert Mugabe al mérito civil.
Años después, Dominiqué se casaría y tendría un hijo.
Abandonó su trabajo y se hizo deshollinador.


miércoles, 5 de noviembre de 2014

ALACET

Había una vez en una ciudad llamada Padua una pequeña universidad. La entrada tallada en piedra caliza, asombraba a cualquiera que pasase por su lado. Los tapices rojos y negros le proporcionaban calidez a las piedras que siglos atrás habían servido para dar cobijo a un grupo de sacerdotes. Las oscuras historias que allí acaecieron a unos pocos privilegiados fueron desveladas únicamente.
El profesor Dáskalos era un malabarista del vocablo. Daba clase de ingeniería letrística en la sala más al sur de la universidad. Mégalos Dáskalos era griego y como buen griego, no era amante de los espacios reducidos, con lo cual, todas sus clases eran impartidas en el jardín en el que durante años los frailes había plantado su pequeña cosecha. Ya sea verano o invierno, las clases debían ser en un espacio abierto.
“Retórica pacífica contra tu escala pentatónica” empezó la clase Dárkalos, “El mandato en el califato apartó al gato de mi plato” prosiguió. Tras un breve descanso para estirar pómulos y lengua, la clase continuó hasta llegar a una palabra con la que no supieron qué hacer: alacet[1]. No encontraron rima que pudiese crear magia con esa palabra.
Esa fue la obsesión de Dáskalos el resto de su vida. Encontrar una palabra que rime con alacet. Acudió a los más grandes genios lingüistas. Nadie supo ayudarle.
Encontró la respuesta cuatro años después y la había tenido delante durante todo ese tiempo. Su vecino Sabda era un muchacho que vino a Padua con 4 años así que dominaba perfectamente el idioma. El oriundo de Punjab, siempre jugaba a un extraño juego que se jugaba con un bate y una pelota. Hasta que un día, preguntó por su nombre. “Esto es críquet señor Dáskalos”. Críquet.
Y esta es la historia de cómo alacet encontró pareja.



[1] Alacet: Fundamento de un edificio.



sábado, 1 de noviembre de 2014

FAMA

“Me voy a hacer famoso”
Una gota cayó desde lo más alto del techo
“¿Por qué?
Otra gota, hermana de la anterior, volvió a caer
“Venderé almas”
Esta vez no cayeron gotas


jueves, 30 de octubre de 2014

CRITICOS DE ARTE

Nota: Si quieren disfrutar de este texto les recomiendo que lo lean y lo sinteticen con Beethoven "Moonlight" Sonata en su tercer movimiento.

                El segundo piso del edificio Johnson, en el que solía trabajar, estaba abarrotado. Todo el mundo había ido a ver su obra. Estaba emocionado.
                Sacó un cuchillo de su bolso. Nadie se percató de ello. Sería una obra de arte de la sangre, de la tortura, de la desesperación. Con un ensordecedor y fugaz chillo empezó la representación. Los dos nuevos becarios en prácticas fueron los primeros. El más delgado recibió un profundo y hermoso corte desde el ojo hasta la nuez de la garganta. Una línea perfecta, propia del helenismo griego. La obra que hizo con el más gordito no fue nada poética. Una puñalada simple y poco original en el pecho. Tendría tiempo para arreglarlo. Los dos cayeron al instante.
                El arte continuaba.
                Los próximos fueron sus ex compañeros de trabajo Mike y Tood. El cincel se convirtió pronto en batuta. La obra que compuso con el pequeño Toddy sonaba a sinfonía de Brahms. Sonaba a la Danza Húngara. Cambios de ritmo, corcheas, sostenidos –su cara convertida en un pentagrama. Las notas subían y bajaban por sus pómulos. Mike también recibió buen arte, qué afortunado él. Esta vez nuestro artista se inspiró en Shakespeare. Mientras movía su pluma con la soltura de un literato gritaba, más alto que la multitud aterrorizada "El destino es el que baraja las cartas, pero nosotros somos los que jugamos".
                Para disgusto de su agradecido público terminó su obra antes de lo previsto. Un señor vestido con uniforme negro le dió fin al arte. Una poco artística y fría pistola no le dejo continuar. Más tarde a ese señor lo denominarían Crítico de Arte.



domingo, 26 de octubre de 2014

AQUELLOS AÑOS DE JAZZ

En aquella fiesta el olor era árido. No había forma de sentirse a gusto allí. Cada vez que la noche palpitaba, el olor a incertidumbre corría por mi interior. Curiosas eran las fiestas de aquellos años. Antiguos especuladores habían perdido todo en esos trágicos años. Era una fiesta en blanco y negro. Blanca como la coca y negro como el Jazz.
La mujer de mi derecha bebía agua en una copa de champán. Años duros aquellos. Un trompetista rompía el silencio por unos dólares. Su nombre era Louis y su traje era rojo. Rojo carmesí.
Estaba sentado en la esquina de una mesa de pino. O de roble. No lo sé. Era una hermosa esquina. Era terriblemente atractiva y exótica. ¿Por qué la luz se centraba en esa esquina? A nadie le importaba. Yo era el único que podía darse cuenta de la hermosura de aquella esquina. No dejé que nadie la tocase en toda la noche.
Mis zapatos estaban manchados por la vida, por la calle, por los años de depresión que corrían en Pasadena. Pasadena Boulevard era la única calle con vida aquellos años. En el club de jazz de los Wilder, una melodía estropeaba el bello silencio. Era increíble como podías pasar de amar a odia la música de Louis. Louis y su trompeta.