sábado, 27 de diciembre de 2014

PUREZA

Aquella dulce y sonora fuente no salía de mi cabeza. Era algo fuera de lo común. La gente que pasaba a su alrededor adquiría un color tibio y sombrío. Los largos mantos de agua cristalina recubrían los fuertes pilares de mármol con una textura propia del Olimpo. Era difícil no creer en la divinidad de tal monumento. A veces, cuando los bravos riachuelos bajaban de la montaña enfurecidos, la fuente sobrepasaba su propio cauce y se convertía en un lago de sueños y lágrimas perdidas.
Un día, un día cualquiera, por fin tuve el valor de acercarme a mirar de frente a aquella fuente afluente. Mis ojos me dieron los momentos más puros a los cuales un hombre puede aspirar. No era mágica la fuente en sí, la magia residía en lo más profundo de aquellas livianas aguas. Era algo parecido a una moneda, aunque muchos dirán que las monedas no son cuadradas. No consistía en eso. Nunca tuve el valor de pensar lo que podía ser.
La fuente siguió brotando aún sabiendo que yo conocía el más profundo de sus secretos. Callé por miedo a perder la pureza que una vez pude soñar al sentir en mí todos los sentimientos que desbordaban de aquella marmolizada fuente. Era algo parecido a sentir. Después de ello, la fuente fue desapareciendo hasta perder su pureza totalmente. Yo, en el más nefasto de mis actos, le robé la pureza que un día un niño pequeño no tuvo el valor de entender.


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