lunes, 3 de abril de 2017

άσπρο δάσος

Hace unas cuantas noches me arrastré por la Vía Dolorosa.
Santa Compaña del desamparo.
Gelatina negra chorreando de mis costillas.
Me mordiste la tráquea y me pediste leche y pan.
Me susurraste al oído que me iban a crucificar.
                Fuego estéril que descansa en tus labios.
                Tus manos supuraban sombras blandas.
Te oí hablar con Dios, con Tiziano y con Bach.
Me intentaste asfixiar varias veces hasta que por fin me tragué tus ojos y desgarraron todos mis órganos internos.
                Tendones. Ansiedad. Agua bendita.
                Esculpo el escalofrío que perdiste.
Tienes un cuchillo y quieres propagar la fe:
ataraxia y silencio.
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Bajas trotando por la Patagonia pero sólo soy un recién nacido y los cascos de tu caballo revientan mi pecho creando colores hasta ahora desconocidos.
                Prender fuego a La Flagelación de Piero.
                Dientes de gasolina. Diez mil sacrificios en las montañas de Buda.
Me regalarás tus venas y con ellas haré una soga.
Me colgaré de la Capilla Sixtina. Me colgaré de todas las vigas del mundo. Me colgaré de tus pestañas.
Viviré escondido debajo de tu lengua.
Nunca sabré que he nacido.
                Sal pura derrite mis huesos.
                Apaga tus cigarros de amargura en mi sed.
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Tempestad y agonía:
tu voz suena tierna y cruda aquí adentro. 

Lucio Fontana


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