Estábamos en la orilla del río, envueltos en constelaciones
y mentiras,
En el agónico vértigo de tus ‘te quiero’, el color del
límite de mis promesas,
La república de los sueños inyectados en sangre,
Los niños jugaban con el calor del bautismo del demonio,
Como aquella marea que trajo la oscuridad de la lluvia…
La esquizofrenia de un ‘te necesito’ en las mazmorras de tus
gemidos,
Caminando entre fármacos y la enfermedad de la poesía
y los aterradores pulmones de los muertos de la tormenta,
“…dance, dance, dance, dance, dance, to the
radio…”.
Fóllame en los deseos que nunca tuve, como en aquella película
que nunca vimos…
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