Cuando el guardián azul que vigilaba mi herida
Volvió a su casa, cabizbajo y fatigado,
Bajando por las escaleras del infierno.
Los pájaros ya apenas salen de entre los pinos
Me han perdido el miedo,
La hamaca revolotea entre pinzas y gritos
Y la muerte exhala un dulce grito que se evapora entre mis venas.
No conozco, ni nunca conoceré una tarde más primitiva que la de hoy
Porque el amor no existe
Y los únicos pensamientos que me llegan
Tienen que ver con el fuego y con la nada.
Ya sólo me queda esperar a la eternidad
Que será mañana
Y la arena que recubría las plumas de mis ojos
Desparecerá como un perro atropellado por un tractor,
Y a partir de entonces
Sólo se me podrá ver
Triturando estrellas
Traicionado por la noche.
Roberto Ferri |
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