Brindo por el crepúsculo, por los ávidos fogonazos del
abismo
En la noche de todos los seres, en la noche de todos los
males
Titiriteros y demonios que aman mi mente, todo está abierto
hoy
Los mineros del sistema educativo, el vapor sobre una
prostituta
Amo la inexistencia, las bocinas de fuego sobre mi estómago
de bebé
Sólo los valientes conocen la libertad, cargados con una
mochila de sangre y marihuana
El alcohol sacado de las ubres de un poema, las trompetas
del apocalipsis
Viólame Dios, pónganle pestillo al silencio
Escupí a mi alegría una gran bocanada de gasolina,
acurrucado y desnudo en una cama extranjera
Ahorcado a los 18 años de edad y con una gran letanía en mi
camisa:
“Dejad que los gatos arañen mi cadáver, pues, cuando
taciturno emprenda el camino al reino de Hades, sólo los grandes escalofríos
del jazz alumbrarán mi desgracia.”
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