Los indispensables, los treinta muchachos de la calle
Éxtasis
Locos y deseosos de oscura vida, tuertos de psicodelia
Libres motoristas, malolientes y hedonistas, con grabados capicúas
en sus ojos
Desiertos, bosques y ciudades, bañarse en el Atlántico con
la Muerte y la Verdad
Carreteras, caminos, mitos, suicidio, el querubín turquesa
de sus labios
Mentira, aventura, fracaso, sentado en un granero del oeste
de Arkansas
Sueños, vómitos, fe, polvorientos cuadernos de dibujos
inconclusos
Tragando enfermedades, llorando cárceles y templos del deseo
Dormido en las escaleras del desencanto y la humillación
Rezando, con un reloj nublado por el humo: “Dejad que mi cadáver
siga de juerga”
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