Nací en La Sombra de las terribles fiebres
Donde arcángeles nacen para matar
Y las cancerígenas
bestias aúllan al olvido.
Maldicen, rezan, vomitan
¿Por qué los arzobispos son carniceros?
No puedo huir, estoy desnudo
El templo de veneno me tiene preso
Las noches que la oscura demencia me visita
Son eternas las carreras de las famélicas Hidras
¡La primitiva pureza oriental me vigila! ¡Bastarda!
Mientras los esclavos afganos lloran
Y los perros muerden el alma de La
Virgen María
Los dioses brindan con cabezas de
héroes
Entre gruñidos de histéricas
calaveras.
Visitad, si osáis, La Sombra.
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