(Dedicado al barquero
de Denver, al dios del monóculo y al muerto músico del templo)
Nevaban grandes cascadas de humo sobre las mesas del mimo
Los millones de muchachos angelicales adoraban al gato negro
El luchador de las mil caras dormía junto a hippis y
italianos autistas
Gaiteros amantes del semen y canciones sobre mis ojeras
Taburetes desmayándose entre intelectuales de la obscenidad
y el desencanto
Oscuridad en los museos y callejones de horribles ungüentos
aztecas
Diosas buscando el pergamino de los fumadores de peyote
Cabezas rotas y los peores rituales del mono pintado en la
cantina
Estimulantes hipsters nepalís recogiendo legañas de los
imaginarios barriles
Y como dijo el poeta adorador del suicidio:
“Si la bohemia ha muerto, díganme, díganme bastardos, dónde
está mi tumba.”
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