Cuando, vengativo, te acercabas a mi gran cuadra
Hacías llorar al semental alado de mi tela olvidada
Mientras la carroña
corría, impávida, por tu vago aliento
Cual bestia muriendo entre moscas de sudoroso veneno.
Retumbaban los tambores de las feas larvas
Estremeciendo a su paso a vírgenes y artistas
Que infecciosamente lloraban fecundo hedor
En la aulladora jaula de tu alcantarilla
¡El relámpago lloraba por tu belleza!
Tenebroso como el desierto de oscura secreción
Y alto, alto como el candelabro que ilumina el carnicero de
tu misericordia.
Por eso, la orquesta de la muerte toca campanadas al horror
Bajo la rota mirada del cuervo sin ojos
En las azoteas del putrefacto hachís afgano.
Este comentario ha sido eliminado por el autor.
ResponderEliminarLovecraft es un maricón frente a estos versos tuyos que inspiran verdadero terror
ResponderEliminar